jueves, 5 de marzo de 2009

Poesía y Psicoficción

Hay un foro abierto en La Vanguardia digital donde una lectora señala que yo debería informarme mejor y no dedicarme “a la poesía y la psicoficción”. Ella lo dice porque está enfadada por un pequeño retrato que hice sobre una niña autista y enarbola la bandera de los que sufren, como si los que sufren no tuviesen nunca diversidad de opinión.

Hace dos años, un periódico de derechas que casi me conduce al alcoholismo y la depresión, me encargó visitar a unos padres que solicitaban para su hijo un medicamento que todavía no estaba aprobado en España. Mi diario no se hacía eco del sufrimiento de estos padres por solidaridad, sino porque así tenía un motivo más para criticar a la sanidad catalana por masona y poco cristiana. Pero esa es otra historia. Conocer a Sergi me impresionó tanto que decidí calmarme haciendo un texto de poesía y psicoficción –ahora sé que esto es lo que hago- y lo incluí en mi blog personal. Luego pensé que si los padres lo leyesen, quizá no les gustaría nada. Pero entonces, antes de que yo los avisara, lo descubrieron. Me dijeron que hacía tiempo que ya nada les emocionaba y que por fin habían podido liberar unas poquitas de las lágrimas acumuladas en su profundo dolor.

Aquí os dejo los dos textos de poesía y psicoficción.

01 Março 2007
El síndrome de Hunter



Sus padres me contaron que, ya de bebé, entre el cerebro y el cráneo, se le formó un charquito de agua. Por eso Sergi tiene pececitos de colores en la cabeza en lugar de pájaros. Su cuerpo es diminuto y los órganos insolidarios se le agrandan por dentro para hincharle la panza. Cuando se sufre demasiado todo deja de parecer real, por eso la casa de Manuel y Olga es como entrar en un sueño. Caminas tres pisos de escaleras hacia abajo y llegas a un salón de enormes cristaleras que dan al campo. Olga lo sostiene en el regazo y le dice mi gordito. Si creyera en dios creería que nos hace guiños muy sentidos para que nunca entendamos los secretos de la vida. Hace tiempo que Sergi sabía caminar y hablaba, pero a sus nueve años de viejo se le olvidó hacerlo casi todo y ya no oye ni siente. Los dientes le chasquean en mecánica protesta y en sus ojos exploran Manuel y Olga cada día porque también olvidó cómo se lloraba. No se comunica, dicen, y sin embargo, a veces, aún sonríe. Y acerca sus mofletes para que lo besen. Por eso, aunque Sergi se muera antes de los 12 años como al despertar de un sueño piensas que a la vida, aún en lo más cruel, se le ocurre, a la muy puta, ponerse linda.

22 Fevreiro 2009
Publicado en el Magazine de la Vanguardia
Anna se guarda del mundo



Anna se guarda del mundo dentro de un túnel de juegos y con una mano señala enigmática los márgenes gruesos que la separan de la normalidad. Un día le dijeron “escribe un deseo” y Anna escribió: “quiero hablar fácil”. El autismo es una dolencia complicada, en parte herencia multigenética y en parte fruto de algún factor ambiental adverso. La sintomatología autista es frecuente en niños criados en orfanatos con pocos medios por la falta de afecto y caricias que a veces sufren durante los primeros meses de vida. Sus padres ya no eran jóvenes cuando fueron a buscarla al Sur de China, en la frontera con Vietnam. Tenían un montón de planes para ella, de ideas bonitas sobre su educación, pero tuvieron que sustituirlas por la única esperanza de que Anna sea feliz. Como el lenguaje une a las emociones, Anna lo usa en bajito, como disimulando ser como los demás. También idea expresiones en palabras inventadas y, entonces, las dice en voz alta o decide hacer mutismo, que es el acto de moldear el silencio para proteger su intimidad. Los autistas son personas “dentrodemí”, metáforas supremas del universo interior que todos guardamos. Ella se ríe de las manos y las sombras, observa todo a su alrededor, le fascina el pelo de la gente, pasea los dedos sobre los cuadros del pasillo, no le gusta pisar el césped ni la arena de la playa –aunque este año se haya atrevido a pisarla con los calcetines puestos-, le dice adiós al colegio, genera rutinas inusuales de seguridad y odia los cumpleaños porque con cada uno pierde algo que formó parte de ella durante un año: su edad. A veces, baila sola delante del espejo como una muñequita china y alcanzarla es duro como perseguir los rituales de un embrujo. Por eso sus padres se ponen tristes a ratos y a ratos buscan juegos, trucos y canciones que abran otro agujerito en el túnel de Anna.

1 comentario:

Poldark dijo...

Poetisa, ficciopsicótica... y además bella.

Estos relatos tuyos son un resumen de lo buen partido que eres. Ese bellísimo espectáculo que jamás entenderá Jose Ramón de la Morena.

Se nota que cada día creces un poquito por dentro y dos por fuera

:)

Muxux