viernes, 3 de abril de 2009

Tú puta, yo intelectual. Y la mojigata por detrás.


En la televisión del bar La Esquina, la presentadora de las noticias estaba contando el caso del paisano gallego que, yendo a cargarse a su ex, al no encontrarla, acuchilló a dos vecinos que habían declarado contra él por maltrato; y todo ello viniendo de vuelta de matar a su actual pareja. Otro viejo, también gallego, que veía la televisión en el bar, exclamó con todo el peso de su sabiduría a cuestas: ¡Cuánto ha debido de sufrir este hombre para llegar a esto!
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Un señor muy intelectual que escribe la última página de opinión del País Semanal publicó el pasado 22 marzo un interesante artículo contra los ayuntamientos y las “mojigatas de siempre” que quieren prohibir la prostitución. Y es que, según este intelectual, “¿acaso no nos alquilamos todos?” , ¿acaso no prostituye él su mente y su pluma?


Aquí debería actuar John Berger.
O el abogado de la película Tiempo de Matar.

Cierre los ojos. Imagine una persona que va cada noche a un club a trabajar. Imagínela tratando de identificar si debe hacerle creer a un cliente que es un Don Juan y la está seduciendo o bien debe ponerse como muy caliente y arrastrarlo al cuarto porque éste es de los que les gusta ir de chulos, o de duros, o de tímidos. Imagine a esta persona despojándose de su ropa interior, ahora tomando la iniciativa, sonriente, de meter en la boca el pene de este desconocido, o bien imagínela dejando que el desconocido agarre su cabeza y la ponga en su pene y la penetre a la velocidad preferida. Imagine a esta persona a cuatro patas, o de pie, o de lado, o encima. Dejándose penetrar al gusto de su cliente. Servicial. Alabando las dotes sexuales del cliente. Imagine que todo acaba bien y el cliente paga y se va. Imagine que la persona se limpia el cuerpo y sale de nuevo a hacer lo mismo con otro cliente. Imagine que un día le toca dejarse penetrar por uno de esos puteros que de no haber putas serían violadores de las personas inocentes. Imagine dónde encuentra el placer sexual un violador en potencia. Imagine que esta persona piensa en todas estas cosas mientras la penetran.
Ahora imagine que esta persona es usted.

Y abra los ojos.
Y si hecho este ejercicio aún piensa que la prostitución es un trabajo como otro cualquiera, entonces, igual tiene usted razón y yo soy una de esas mojigatas a las que los penes les dan asco y disfrazan sus remilgueces de feminismo. Aunque mucho me temo que usted es de los que piensa que hay personas que nacen putas y otras que no. Que usted nació para alquilar su “capacidad para darle a la tecla con algún sentido” y otras personas nacieron para abrirse de piernas con tranquilidad.Y que cada cual ocupe su lugar en esta perfecta sociedad.
Y sin rechistar.